El día de hoy, Venezuela se expresó una vez más a través del voto. Las elecciones municipales constituyeron el segundo proceso electoral en el que participó la población venezolana durante el año 2013. Si bien las elecciones locales se han caracterizado por tener una mayor abstención frente a aquellas presidenciales, el Secretario de la Mesa de la Unidad Ramón Guillermo Aveledo, en una rueda de prensa desde el Comando Simón Bolívar, aseguró que la participación se acerca a un 60% del padrón electoral.
Sin embargo, el transcurso de esta jornada no ha estado exenta de incidentes violentos e irregularidades.
Situaciones como fallas en las máquinas electorales y su reemplazo tardío, así como la apertura de centros de votación fuera del horario establecido por la ley, sin electores en espera, han sido las más reportadas. Incluso, el candidato por la MUD a la Alcaldía Libertador, Ismael García, acudió personalmente a la sede del Centro Nacional Electoral (CNE) y denunció al ministro Héctor Rodríguez, quien supuestamente obligó a la apertura de un centro electoral abrir después de finalizar la jornada con un arma de fuego.
Se han reportado también otros hechos violentos, como motorizados adeptos al oficialismo intimidando a votantes en los centros electorales, voto asistido forzado y uso de propaganda política en los centros electorales, entre otros.
Si bien la jornada de hoy era una elección local, para muchos de los votantes representaba la lucha política de más de una década. Tras las elecciones del 14 de abril, no solo se evidenció un país completamente polarizado, sino dividido en dos mitades. Estos resultados dibujaron una sociedad distinta a la conocida por una década, y abrió posibilidades para un país distinto.
Las irregularidades en las elecciones no solo afectan el proceso electoral, sino la confianza que los venezolanos depositan en las instituciones y en el voto. En las largas colas para sufragar, muchos de los electores comentan “la trampa está, pero igual hay que votar… No hay que dejársela fácil”. Esta revolución ha dejado muchos legados: una mala gestión económica, una inseguridad descontrolada, un odio y resentimiento en su población. Pero si hay algo que no ha logrado derrumbar todavía, es el espíritu democrático del venezolano.
Las trabas en el proceso electoral, la aplicación altamente desigual de las reglas a los candidatos, así como la práctica del avestruz del CNE ante los excesos del oficialismo, han hecho de cada comicio electoral una carrera de obstáculos para la oposición. No obstante, los venezolanos acuden a las urnas porque saben que ese es el camino para un cambio democrático perdurable.
Esperemos que este espíritu de virtud cívica democrática se fortalezca en los ciudadanos, y acalle a aquellos que todavía creen que este país necesita una dictadura militar para corregirse. Cada jornada electoral representa una oportunidad de corrección, de crecimiento y maduración social que, con el tiempo, dará resultados duraderos.
El gobierno ha tratado de convertir el voto en un producto que se compra con una lavadora nueva o una bolsa de mercado de comida. Ha intentado capitalizar la voluntad política mediante chantaje, basado en el postulado “si no votas por mí, te quitarán todo lo que te hemos dado”. Es trabajo de la oposición, poco a poco, ganarse la confianza de aquel elector que en un momento fue chavista, pero no madurista, de empoderarlos y hacerles saber que no tienen que darle el voto a alguien para garantizar todo su futuro. Es también trabajo de la oposición restablecer la confianza de todos los electores en las instituciones.
El gobierno ha cambiado las reglas de juego hace ya algún tiempo, y esto no es sorpresa para nadie. Solo esperemos que la oposición no caiga en el juego populista de “veamos quien da más” y fortalezca la lucha democrática por ideas de cambio, valores y virtudes. Ahora bien, cabría preguntarse: ¿la otra mitad de Venezuela estará lista para eso?