EnglishLa mañana del viernes pasado, una de mis sobrinas mayores despertó con un fuerte dolor en la parte superior del estómago, justo en el centro de su pecho. El dolor era tan insoportable que se dirigió al hospital local en Fajardo, Puerto Rico, conocido como “La Caribeña”. Ingresó a la sala de emergencias, se anunció, se sentó y esperó…
Luego de dos horas de espera, la sometieron a una revisión de sus signos vitales, y luego se sentó a seguir esperando. Una hora después de eso, finalmente fue atendida por un médico, el cual le diagnosticó un reflujo ácido, le dio una inyección y algunas pastillas, y la envió a casa. No le realizaron una resonancia magnética, una ecografía, radiografía, ninguna endoscopía y, de acuerdo con mi sobrina, en absoluto una verificaron real de su condición.
Ocho horas más tarde, el dolor no se había calmado sino empeorado, por lo que volvió al hospital para pasar por el proceso de nuevo.
“La Caribeña” es un hospital nuevo que fue construido hace apenas diez años; a menos de una milla del mismo, se encuentra el HIMA San Pablo, un antiguo hospital público que fue privatizado durante los años noventa. Cuando era un hospital público era conocido como “la carnicería de Fajardo”. En 1994, mi hija mayor nació en ese hospital; en aquel entonces, no teníamos seguro de salud y cuando mi esposa llegó al lugar para dar a luz le dieron una bata de hospital y la pusieron en una habitación llena de otras mujeres en la misma condición que ella. Todas tenían la bata del mismo color, excepto una. La mujer con la bata diferente era constantemente atendida por las enfermeras y el médico.
Cuando mi esposa necesitaba atención, obtuvo respuestas cortantes y fastidiosas, y la hicieron esperar. En determinado momento, preguntó a las otras mujeres qué sucedía con esa mujer y entendió que las enfermeras daban un vestido de distinto color a las mujeres con un buen seguro médico.
En parte para resolver situaciones como esa, el entonces gobernador Pedro Rosselló desarrolló y aprobó un sistema de reforma de salud que se asemejaba mucho al sistema de Massachusetts, implementado por el entonces gobernador de Massachusetts, Mitt Romney: seguro de salud universal para los pobres.
Más de diez años después de la reforma, el aumento de los seguros aparentemente no mejoró el servicio del hospital de Fajardo, donde por aquellos días también pasamos con mi mujer algunas noches junto a la cama de mi hija por una fuerte gripe esperando que el doctor leyera resultados de los exámenes, solo para descubrir que el doctor había dejado el hospital en medio de la noche y no había nadie para revisar los exámenes hasta la mañana siguiente.
Sí, era realmente tan malo; de ahí venía el apodo.
Dejaré la discusión más detallada sobre la reforma de salud para otro artículo. Lo importante ahora es concentrarse en el problema. Una espera de dos horas para verificar signos vitales podría ser una sentencia de muerte para un paciente en una situación delicada. No hay excusa para ese tipo de negligencia profesional. El personal responsable del hospital (incluyendo médico, enfermeras y administrativos) no solo deberían ser despedidos, sino que (si de mi dependiese el gobierno) deberían ser procesados por mala conducta profesional. En el caso de mi sobrina, la condición fue bastante seria, aunque no la detallaré por respeto a su privacidad.
Surge entonces la pregunta: ¿cuántas personas han sufrido esta situación a lo largo de los años? Pero también, ¿por qué no ha funcionado la privatización?
La respuesta es realmente muy simple. La privatización que se realiza en Puerto Rico no se lleva a cabo correctamente. Esencialmente, gracias a la política local, solo se cambia el nombre del edificio y los cheques se depositan en una cuenta diferente, pero hay tantas normas, reglas y excepciones que los administradores privados de las entidades anteriormente públicas encuentran muy difícil realizar cualquier mejora significativa.
Aquí hay un par de medidas que podrían mejorar la situación. Primero y más importante, eliminar todos los sindicatos públicos en todo el gobierno en todos los niveles y de toda asociación con servicios primarios como hospitales, electricidad y agua. Automáticamente, despedir a cualquier empleado de servicios primarios que decide hacer huelga con el fin de que un funcionario electo o burócrata no sea forzado a tomar una decisión. Enviar agentes encubiertos a hospitales y otros servicios con la intención de medir el tiempo de respuesta del servicio y la calidad del mismo.
Lo más importante es despedir personal de cualquier hospital asociado que hace que la gente espere más de 15 minutos para una evaluación de signos vitales iniciales en una sala de emergencias. Establecer una sistema de evaluación doble en todos los hospitales usando enfermeras practicantes para trabajar con casos relacionados a enfermedades no graves, para eliminar rápidamente a aquellas personas que utilizan la sala de emergencia como si fuera un médico de atención primaria. La segunda clasificación debe ser atendida por un médico y una enfermera, en el caso de las personas con síntomas más severos, para determinar el orden de tratamiento según una necesidad real.
Finalmente, si usted va a privatizar, hágalo bien. Dele una oportunidad al propietario para realizar cambios, innovar, contratar y despedir como sea necesario, porque el objetivo no es mantener una fuerza de trabajo, empleos o satisfacer los sindicatos, egos o agendas políticas. El objetivo es y debe ser siempre, tratar a los pacientes.