Querida América Latina: es una pena ver tantos de tus miembros perdiéndose con propuestas que no resuenan con los principios de la libertad. Veo por lo tanto, más personas aquejadas por la falta de empleo, la falta de oportunidades, la falta de inversión tanto local como extranjera, la nefasta fijación de precios y, en general, por la pobreza propia de los sistemas anti liberales.
Esto me llevó a preguntarme ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué ganan elecciones aquellos que prometen miseria?
Como psicólogo en formación y activista liberal no pude evitar amalgamar la respuesta con la Psicología de las masas, un libro escrito hace poco más de un centenar de años por Sigmund Freud que, para sorpresa de muchos, nos explica de manera concisa cómo los movimientos populistas triunfaron años después a que él lo escribiera.
Iniciemos nuestro recorrido teórico.
El individuo poseía desde luego, antes de incorporarse a la masa primitiva, su continuidad, su conciencia, sus tradiciones y costumbres, su peculiar campo de acción y su modalidad especial de adaptación (…) Todas estas cualidades las ha perdido temporalmente por su incorporación a la multitud ‘no organizada’ (p. 29).
Partiendo de este principio, podemos comenzar a analizar la situación latinoamericana de manera distinta. ¿No vemos acaso a las concentraciones chavistas, allendistas, peronistas y castristas como una masa de individuos que se identifican con un líder y su discurso populista y parten de ese principio para dar inicio a su propuesta política; sin concentrarse previamente en un estudio crítico de la efectividad de las propuestas? Claro que sí. ¿No gana el socialismo del siglo XXI a base de una propuesta ilógica e indefendible pero que crea la falsa esperanza de un futuro mejor? Freud nos dice que una vez formada la masa, no estamos ante una problemática integrada en un sólo individuo sino ante una problemática aglutinada en una masa que es la unificación de individuos con varios lazos afectivos en común.
No sería extraño que algún objetor nos diga que estos movimientos de izquierda son una lucha por el bienestar común que se debe a un momento histórico en el cual las propuestas de la izquierda son la única salvación y que por lo tanto se justifican por ello; poco saben que esto Freud ya lo tenía previsto:
‘‘Cuando el individuo englobado en la masa renuncia a lo que le es personal y se deja sugestionar por los otros, experimentamos la impresión de que lo hace por sentir en él la necesidad de hallarse de acuerdo con ellos y no en oposición a ellos; esto es, por ‘amor a los demás’. ’’ (p. 35)
Como vemos, esa falsa ilusión de que la masa se une por el bien común no es una conclusión racional y auto descubierta, es una conclusión sugestionada recíprocamente entre la masa por sus unidades. Hay presión afectiva para renunciar a la individualidad y se cede ante la ilusión enmarcada por la colectividad. Pero hay algo además de la ilusión que une a la masa y hace que estos individuos renuncien a ser sí mismos: un líder.
Una misma ilusión reina cualesquiera que sean sus diferencias en otros aspectos: la ilusión de la presencia visible o invisible de un jefe, que ama con igual amor a todos los miembros de la colectividad (p. 37).
Ya con esta aseveración de Freud vemos por qué motivo la masa tiene un doble lazo afectivo. El instinto gregario no es suficiente para caracterizar a la masa puesto que las masas humanas, en especial cuando se encuentran en mayores niveles de organización, requieren de algo muy sencillo: un líder. Por esto, el ser humano es un animal de horda y no uno gregario; no solo se une en masa para ser parte de algo sino también para tener un director.
Hay un doble lazo afectivo; un líder que ama a todo el rebaño por igual y un rebaño que se ama entre sí. Freud, por lo tanto, señala que la igualdad prometida es tan solo para la masa y nunca para el líder (¿semejanzas con Chávez, Allende, Castro, Kirchner, Morales, etcétera?).
Pero hay una figura de la cual ya hablaba Carlos Fuentes en El Espejo Enterrado: la figura del “caudillo”. Tan típica y natural para el latinoamericano y tan propia para que Freud nos ilustre el nacimiento psíquico en la masa del líder respectivo: “El caudillo es el aún temido padre primitivo. La masa quiere siempre ser dominada por un poder ilimitado. Ávida la autoridad según las palabras de Gustavo Le Bon, una inagotable sed de sometimiento. El padre primitivo es el ideal de la masa, y este ideal domina al individuo, sustituyéndose a su ideal del yo.” (p. 76)
Entonces, ¿a qué se refiere Freud con esto?
En el psicoanálisis, el individuo como tal siempre va a tener un ideal del yo al cual su psique va a tener como marco de referencia. En la masa, las unidades al unirse de manera afectiva y perder las características básicas del individuo normal, se convierten en una especie de individuo (todos se vuelven uno) y el ideal de la masa (el caudillo) opera como el ideal de cada una de las unidades de la masa, lejos de que cada individuo tenga su propio ideal del yo. Por eso, el marco moral y al cual aspira la masa es el líder, e intentará identificarse con ese líder y su mensaje. Sobra decir que el líder toma un rol paternal sobre la masa (algo poco sorprendente para aquellos que saben que “la ley”, según Jaques Lacan, deriva del rol del padre).
En otras palabras Freud resume el fenómeno psíquico de la masa en estas simples palabras: ”Sospechamos ya que el enlace recíproco de los individuos de una masa es de la naturaleza de tal identificación, basada en una amplia comunidad afectiva, y podemos suponer que esta comunidad reposa en la modalidad del enlace con el caudillo” (p. 52-53). De esta manera, podemos comprender el proceso de identificación en la masa.
¿Por qué un liberal debería de leer a Freud? Es un punto curioso, puesto que en “Las raíces psicológicas del anti liberalismo”, Ludwig Von Mises (quien por cierto tenía un gran respeto por Freud, a quien cita en su artículo) nos señala algo muy curioso de la masa que podríamos llamar ‘socialista’: “El descontento confía en que la desaparición del sistema social le deparará el éxito que anteriormente no consiguiera. Por eso, resulta inútil demostrarle que la soñada utopía es imposible. El neurótico se aferra a su tan querida mentira piadosa y, en el trance de renunciar a ésta o a la lógica, sacrifica la segunda. Su vida, sin el consuelo del ideario socialista le resultaría insoportable porque, como decíamos, el marxismo le asegura que no es responsable de su propio fracaso; la responsabilidad es de la sociedad. Eso lo libera del sentimiento de inferioridad.”
¿Cómo podemos resumir utilizando a Freud este último postulado de Mises? Sencillo, ya él nos decía al hablarnos de lo que él llama la ‘envidia primitiva’:
“Nadie debe querer sobresalir, todos deben obtener lo mismo. La justicia social significa que nos rehusamos a nosotros mismos muchas cosas para que también los demás tengan que renunciar a ellas. O, lo que es lo mismo, no puedan reclamarlas.” (p. 68)
Este postulado de Freud se resume en un término del ilustre Alberto Benegas Lynch: “la guillotina horizontal”. Imaginemos cómo garantizar la igualdad en un bosque para los árboles: con esta ‘guillotina’ los cortamos a todos hasta que sean sólo un tronco… todos medirán igual, sin embargo ya han muerto. Ninguno crecerá más que el otro, porque ninguno crecerá en general.
Para resumir mi tesis, haré uso de los puercoespines de Schopenhauer: era un frío día de invierno, cuando dos puercoespines estaban solos y no aguantaban la falta de calor. Ante esto, se acercaron hasta estar el uno contra el otro y así deshacerse del frío… pero sufrían, pues las espinas del otro los lastimaba. Entonces, se separaron hasta notar que a una distancia prudente podían tener el calor del otro sin lastimarse mutuamente. Esa es la realidad de los individuos: podemos cooperar entre nosotros y mantener lazos afectivos pero sin sacrificar nuestra individualidad, de lo contrario, nos lastimamos.
Pero, ¿por qué no pasa esto en la masa? Responde Freud: “En la masa surgen restricciones al egoísmo narcisista, inexistentes fuera de ella” (p. 47). Es por eso que a la masa hay que entenderla como tal, porque no estamos ante un conjunto de individuos racionales asociados por el bien común; estamos ante una masa engañada por una ilusión que se mantiene gracias a lazos afectivos recíprocos y hacia un caudillo. Y la única manera de disgregar a la masa, nos dice Freud, es con el pánico.
¿Por qué? Porque cuando las unidades de la masa se dan cuenta que la masa ya no les puede generar estabilidad, confianza y seguridad… vuelven a preocuparse por sí mismos, quebrando así los lazos afectivos previos. Por eso nuestro mensaje tiene que estar emocionalmente cargado y no solo recurrir a la lógica y lo racional. Sumado a ésto, tampoco debemos olvidar que, si bien con cautela, los liberales en ocasiones podríamos tomar ciertas estrategias operativas que utiliza la masa. Tenemos que empezar a utilizar nuestros lazos afectivos que caracterizan a nuestra comunidad liberal.