“Mover a México” y “las reformas que el país necesita” son frases que representan más que la agenda publicitaria del gobierno Federal, reflejan a la perfección la mentalidad detrás de quienes sustentan el poder en México y otras partes del mundo: el gobierno, y no los individuos, hacen que el mundo gire. Ellos, formados en la ciencia de la sociedad y del gobierno[1], son capaces de guiarnos hacia un mejor mañana. En ese marco es que en las últimas semanas el presidente Enrique Peña Nieto ha puesto sobre la mesa su proyecto partiendo de lo que él y su equipo entienden por “movimiento” y “necesidad”. Esta es una breve guía para quién no presta mucha atención a la función de las “Reformas Estructurales” que ofrece el circo de tres pistas de la política mexicana.
“Mover(nos) a (base de) PEMEX”
El 12 de agosto el presidente Peña presentó la propuesta de Reforma Energética que finalmente permitirá la inversión privada en PEMEX. A diferencia de los intentos del sexenio pasado, ahora no sólo se habla de las pérdidas que generan la incapacidad de competir por pozos profundos o el efecto popote, esta vez el gobierno sacó de la tumba al General Lázaro Cárdenas para replantear lo que significa que el petróleo sea de todos los mexicanos. La reforma representa una amalgama entre apertura a la inversión y nacionalismo sobre los recursos. Buscan un monopolio que sea más eficiente y que les permita que aún cuando cedan parte del pastel puedan mantener sus políticas populistas.
La clave de esta reforma es entender que la privatización que tanto critican los AMLOs y Noroñas no se plantea siquiera llevar a cabo. No digo que no busque inversión privada de algunos cuantos en ciertos lados, sino que dista de ser una reforma que en realidad contemple la privatización del derecho de propiedad sobre recursos naturales que hoy son “de la nación”. Si se reformara el artículo 27 de manera que reconociera que los derechos de propiedad se generan a través del uso (o en este caso de la extracción y procesamiento para permitir su uso) entonces hablaríamos de privatización. Es más, se podría dejar a PEMEX seguir sus operaciones mientras se permita a otros privados entrar en el sector y alimentar la competencia. Si, como muchos señalan, PEMEX está a la altura de empresas mundiales, podrá competir y seguir alimentando al Estado de jugosas rentas económicas y políticas. De no ser así, quizá sea momento de en verdad mover a México lejos del modelo monopólico y de PEMEX, dar paso a la competencia con precios reales que no beneficien injustamente a unos a costa de las preferencias y proyectos de otros.
“Mover la política educativa”
Este movimiento es el que mayor resistencia ha encontrado. La fricción creada por la sección disidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación no fue suficiente para detener el paso de la reforma por ambas cámaras pero si bastó para evidenciar el discurso de una ciudad donde todos tienen derecho a todo y los reclamos rivales luchan por la fuerza, no de sus argumentos sino de sus números[2]. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación seguirá oponiéndose a una Reforma Educativa donde la idea de evaluar (con consecuencias) a los profesores es el tema más controversial. Para el proponente del Estado mínimo el cuadro no pinta extraño. En América y el mundo, allí donde la educación es considerada un derecho y por lo tanto una obligación del Estado, se crean sindicatos gigantes con enorme poder político. Luego, que no les resulte extraño cuando el Estado quiera “avanzar” su política educativa con el objetivo de mejorar a la población que recibe educación y tenga que negociar con los proveedores de tal servicio, como si ellos fueran los patrones. Meter a la cárcel al último líder magisterial no fue suficiente, afortunadamente, siempre habrá disidencia.
Para muchos la Reforma Educativa es genial. La idea de poder correr a un maestro que no de clases o que no esté preparado, emulando dinámicas de mercado, se presenta como la panacea. Pero, aún suponiendo que la educación es un derecho que como sociedad debamos “garantizar”, no queda claro cómo la Reforma Educativa es la herramienta más eficiente de la cual podemos echar mano. Calificar a los maestros es una manera de introducir fuerzas de mercado a la educación pública, pero nada garantiza que gastar más de 363 millones en un Instituto y su burocracia, o 2,510 millones en laptops sea suficiente (siquiera necesario) para aumentar la calidad del sector educativo.
La educación libre sigue siendo un paradigma políticamente incorrecto, aunque la mayoría de las personas reconozca las ventajas de los sistemas competitivos en otros sectores. Mientras la educación siga siendo un asunto público y de planificación centralizada, y se mantenga el dogma de que la eficiencia del mercado no es deseable, no habrá competencia de programas, escuelas, plazas y métodos de enseñanza que rompan con la coerción Estatal. Si queremos que se evalúe a los profesores, ¿por qué no calificar escuelas y decidir a cuáles ir? ¿por qué no comparar programas definidos libremente y decidir lo mejor para nuestros hijos? ¿qué tal una escuela que no esté obligada a perder clases para saludar a una bandera? ¿por qué no podríamos hacer las mismas evaluaciones cuando queramos, de manera voluntaria donar a una organización civil y cambiar o permanecer con ella según sus resultados y rendición de cuentas? Porque eso significaría retomar la libertad de elección que nos ha dado el Estado en materia educativa, y eso no está en el interés de nadie que tenga el poder para cambiar esa situación. El bono educativo (no necesariamente como política pública sino también como una solución voluntaria vía sociedad civil que remplace completamente la provisión de ayuda Estatal) solucionaría en parte el problema, pero es inútil plantearlo como una solución a menos que quiten las trabas que atan la educación en México. Quienes quieren que el país se mueva, deberían dejar en libertad a escuelas y padres para decidir a su manera a dónde quieren llegar.
“Mover($$$) a México”
Este es el movimiento más importante para el gobierno de Peña Nieto ya que para los políticos, México es su gobierno y como todos sabemos el gobierno no genera nada ex nihilo, el movimiento hacia una mayor recaudación resulta vital y la lucha por los recursos se convierte en la actividad política por excelencia. La Reforma Hacendaria es una radiografía del socialismo mexicano que se esconde tras “razones de Estado”. Lo que hay detrás de la fachada tecnócrata – que busca ampliar la base tributaria y gravar manifestaciones de riqueza como son: adquirir servicios de educación, salud o comida para mascotas (claro, fuera del Estado) – es una convicción fundamental de que los ciudadanos somos peones de hojalata a disposición de la creatividad del estatista, para hacer reforzar al Leviatán de oropel que tanto nos preocupa.
La reforma persigue terminar con regímenes especiales, pero no con todos. La misma busca poder estirar la mano recaudatoria a más bolsillos, pero no a todos. La reforma inclusive apunta a que cambiemos nuestros hábitos alimenticios, pero no todos. Todo esto representa problemas de igualdad que pueden ser cuestionados aún sin tomar la bandera de la libertad individual absoluta. Ahora, una vez que se cuestionan los fundamentos morales del funcionamiento de nuestra sociedad, antes de pensar en la exigencia de que el gobierno muestre que podrá gastar mejor los recursos de cómo lo ha hecho en el pasado, deberíamos rebatir por qué debemos seguir todos el camino trazado por Peña y su equipo a punta de pistola.
Me importa poco que la demanda del refresco sea inelástica y por lo tanto resulte eficiente un impuesto especial, mucho menos que esperen un menor consumo (sin fundamento) con la medida ¿qué hay del derecho que tengo sobre mi cuerpo para decidir qué ingiero y de la igualdad que me merece la ley con respecto a mis pares? Tampoco me importa que, acudir a un médico o profesor privado sea una muestra de riqueza ¿por qué la carga impositiva debe ser progresiva? Nadie plantea ese tipo de preguntas, mucho menos la más grande de todas ¿por qué empeñarnos en forzar la actividad económica a una formalidad corrupta y centralista? ¿los malos del cuento son los mexicanos que trabajan día a día sin pagar impuestos o quienes toman el dinero de aquellos que no pueden escapar de ellos?
Pero bueno, quienes creen que esta petición de principio es demasiado grande, deberían preocuparse entonces de los problemas de incentivos e información que Hayek y Buchanan señalaron hace tiempo y que, ningún diseño institucional ha logrado superar. Lástima que somos pocos quienes queremos mover a México hacia un menor gobierno, que es el único que con certeza es un mejor gobierno.
[1] En el contexto de la celebración de los 20 años de programas de licenciaturas del del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), el director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología parafraseó al presidente y mencionó la importancia de hacer las reformas para mover al país, “podemos discutir de qué manera o hacia dónde, pero lo importante es movernos”. También el ex director del CIDE luego resaltó la importancia de instituciones dedicadas a la positivización de la ciencia social, ya que a través de ella se pueden plantear los objetivos y medios para “moverse”. Nada mas cerca de la pesadilla de Mises y Hayek, aquí nos tocó vivir.
[2] Con respecto a los bloqueos, me parece muy difícil criticarlos desde un marco que no sea aquel de la definición de derechos de propiedad como derechos humanos. Quienes argumentan que la fuerza debe ser usada por un asunto de Estado de Derecho olvidan que en la desobediencia civil y las movilizaciones políticas son parte del juego que aceptan jugar. Por lo que, no es posible hacer un caso fuerte a menos que supongan que ellos como individuos valen más que el profesor de la CNTE. Alguien me dijo que no hay que reinventar la sociedad ni al Estado para despedir maestros malos, pero creo que sí es necesario para comprender que los problemas que se generan son inherentes al sistema y su solución se encuentra fuera de éste; ¿cómo suena ahora la posibilidad de calles privadas? -por ejemplo-.