En el primer artículo que tuve oportunidad de escribir para PanAm Post, hice referencia a un concepto que, a mi entender, atraviesa a toda la región de América Latina: el cortoplacismo. Definiéndolo brevemente como la improvisación o gestión sobre la marcha y como la necesidad de observar eficacia a priori, es necesario decir que también es un arma de doble filo, porque improvisación no presume planificación, ni tampoco “eficacia hoy” presume “estabilidad mañana”.
El partido que gobierno Argentina, con Cristina Fernández de Kirchner a la cabeza, no es la excepción. Durante una década el Frente Para La Victoria ha demostrado rigidez en su forma de gobernar, un análisis sesgado y lineal sobre la realidad y, como parcial consecuencia de las dos caracterizaciones anteriores, la ejecución de políticas públicas en base a diagnósticos poco coherentes con la Argentina real.
La rigidez alude a la poca o nula capacidad del kirchnerismo para oír otras campanas y tomar críticas que pudieron haberle sido productivas. Las dos últimas características, en cambio, apuntan a una fijación de agenda: la creación en el imaginario colectivo de una fase superadora, de “temas ganadores” como ha enfatizado en una entrevista el famoso politólogo argentino Aníbal Perez-Liñan.
El problema aquí, es que cuando las cosas no salen como uno lo había planeado, quedan dos alternativas: volver atrás y trazar otro camino, o corregir sobre el ya comenzado. Luego de 10 años en el poder, el kirchnerismo no puede (ni quiere) volver atrás, ya que significaría perder esa agenda de “temas ganadores”, o para utilizar palabras más familiares, traicionar “el modelo”; pero tampoco puede tomar la segunda vía, porque ya es muy tarde para corregir sobre el camino ya arrancado. Esto hace que la gestión, base donde se debería edificar el país, no sea más que una superposición de capas, en muchos casos contradictorias, de idas y vueltas… pan para hoy, hambre para mañana – quizás, ésta sea la mejor definición de cortoplacismo.
Si hay alguna construcción que el Frente Para La Victoria sí ha trazado a largo plazo, es la construcción de poder. Recién pasada una década de ejercicio en el poder ha surgido la intriga por la sucesión, agravada ésta por el vacío de poder que hizo sentir la presidente cuando estuvo de licencia por su intervención médica. Pero si hay algo que el peronismo ha sabido hacer a lo largo de su historia, es reinventarse constantemente.
Es así que hoy, Jorge Capitanich (ex gobernador de la Provincia de Chaco) ocupa el lugar que solía ocupar días atrás Juan Manuel Abal Medina. Una figura de perfil bajo, que ha negado crónicamente todo rumor no favorable para el gobierno, ha cedido el lugar a un político de raza, con experiencia en el cargo (desempeñado durante la presidencia de Eduardo Duhalde), con gran poder territorial y acreedor de las lealtades de la flamante Liga de Gobernadores. Capitanich se ha mostrado un verdadero articulador, ha respondido a las dudas de la prensa en reiteradas ocasiones, se ha mostrado decidido y bien informado, y responsable frente al Congreso de la Nación Argentina. En otras palabras, ha demostrado la intención de desempeñar el rol de jefe de Gabinete tal y como fuera pensado en la reforma constitucional de 1994.
La aparición de Capitanich en su nueva función pública parece haber seducido a la oposición (tanto a los partidos políticos como a los medios masivos de comunicación). Sin embargo, luego de asumir como jefe de ministros, se ha establecido un impuesto del 50% a autos de lujo, y se ha elevado a un 35% la percepción para gastos con tarjeta de crédito en el exterior y compra de pasajes y paquetes turísticos.
El cambio de etiqueta parece no haber sido un profeso cambio de fondo (otro ejemplo de rigidez) y la preocupante adaptabilidad del espectro opositor parece haber reconocido a Capitanich como una nueva etapa en el kirchnerismo. No es incoherente entonces, ni debe sorprender la forma de gobernar del Frente Para La Victoria, ya que se encuentra en sintonía con la idiosincrasia latinoamericana: el cortoplacismo.
En conclusión, diseño de políticas a corto plazo y diseño de simbolismos a largo plazo, aparentan ser la receta con la que el kirchnerismo se posicionará de cara al 2015. Su continuidad dependerá de un electorado que, siguiendo las palabras de la recién electa Diputada Nacional por UNEN, la politóloga Carla Carrizo, se encuentra varios pasos más adelantado que la dirigencia política. Electorado que, sin embargo, generalmente se manifiesta ex post facto.